jueves, 15 de agosto de 2013

Detalles.

Te encantaba mirarme mientras dormía, y hasta te sabías de memoria mis piernas y cada uno de los besos que dejaste sobre mi espalda. Nunca dejabas que me fuera sin antes agarrarme de la cintura y cogerme haciéndome volar, y todas las mañanas me esperabas en el mismo banco de la estación con un café y mi libro favorito. Nunca lo leíste, pero te sabías de memoria todas mis frases favoritas porque te encantaba escucharme recitarte uno a uno todos los poemas.

Éramos dos, pero nos sentíamos como una sola persona.

Tenía algo en su mirada que contradecía cada palabra que decía y cada sonrisa que se dibujaba en sus labios. Tristeza. Era como odiar algo con todas sus fuerzas pero no tener la fuerza suficiente como para acabar con ello. Para olvidarlo.
Era como si cuando estuvieran juntos el dolor pasara a un segundo plano, como si dejara de importar, aunque fueran ellos los únicos causantes. Estaban enamorados. Y eso les consumía desde dentro.
Pero a la única conclusión que llegaron de aquella larga y dolorosa historia, fue que nunca antes habían sido tan felices estando tan tristes.

Era como si se mataran y se devolvieran la vida. Una y otra vez.