martes, 15 de diciembre de 2015

Sonrisa.

Una sonrisa. Solo eso.
Se para el tiempo y el tic-tac del reloj de fondo.
Tu sonrisa otra vez, a cámara lenta.
Un rayo de luz entre todas estas nubes de tormenta.
La salvación para alguien al borde de un acantilado al que embisten las olas.
Una vez más, tu sonrisa.
La melodía de tus carcajadas alegrándole día a cualquiera que pasa por tu lado.
Esa sonrisa que no se limita a tus labios. Que mirándote a los ojos, tu sonrisa es mucho más contagiosa que cualquier ataque de la risa más graciosa del mundo.

Hace mucho que no te escribo y ya no sé ni cómo empezar. No me acuerdo de cómo se hacía.
Los días ya no son tan grises, las noches son menos largas y la Luna sigue ahí, como siempre, observando mis idas y venidas, los buenos ratos y los desvelos comiéndome la cabeza.
Ya nada es como antes. Y puedo decir que me alegro, o eso creo. Es cierto que a veces vuelvo a sumergirme en ese pozo negro y del que tan difícil es salir, pero ahora hay alguien que tira una soga -y no para ahogarme- para ayudarme a salir. Es cierto que de vez en cuando el nudo en el pecho, en el estómago y el peso en los pulmones vuelven. Que el vacío de vez en cuanto intenta abrirse paso entre tan intensos sentimientos. Pero aunque no lo creas, ya nunca llega a la raíz de todos ellos.
Aunque no lo creas, después de todo el tiempo que pasé escribiendo, soy feliz. Sí, feliz. Ya sé que es un concepto que prácticamente desconoces, del que te he hablado muy fugazmente en algunas ocasiones. Y lo único que sería capaz de decirte ahora que lo soy, es que es un sentimiento indescriptible, inigualable, también odioso (lo menos), que a pesar de que haya veces que decaiga y me ahogue hace que siga mi camino.
Pero tranquilo, el caos y las ojeras siguen siendo parte de mí. Sigo siendo aquel desastre que conocías, o incluso mayor, pero eso no es malo. Creo.
¿Qué más? Ah, sí. ¿Recuerdas ese miedo irremediable a querer a alguien? ¿Esa desconfianza que parecía nunca iba a abandonarme? Pues buenas noticias, todo eso se ha ido. Ha vuelto la confianza en mí misma y en el mundo -a mi mundo, cuyo centro y entorno al que todo gira son sus ojos- al menos por ahora. Y las ganas de tirarme del edificio más alto de la ciudad no dan señales de vida.
Sí, ya sé que todo esto no te parecerá excusa para haberte abandonado durante tanto tiempo, amigo, pero es que a veces la felicidad nos ciega. Acaba con la inspiración, y de veras, creeme, que hay momentos en los que echo de menos toda esa oscuridad solo para poder hacerte una fugaz visita y contarte todo eso sobre lo que siempre te he hablado.

domingo, 14 de junio de 2015

Y todo lo demás me da Igual cuando sonríes.

Que tus ojos encierran galaxias, y cada suspiro que compartes conmigo me brinda la libertad que he ansiado durante tanto tiempo.
Que tus latidos llenan el vacío que sentía hasta que te conocí, y tus caricias me indican el camino de vuelta. Que estaba perdida y no quería que nadie me encontrase, no quería que nadie se arriesgase a inmiscuirse en mi desastre, a perderse conmigo, y tú lo hiciste de todas formas.
Que caminar sin rumbo alguno por la calle, sin destino, no es perder el tiempo siempre y cuando vaya de tu mano.
Y todo lo demás me da igual cuando sonríes.

sábado, 7 de marzo de 2015

Tú.

Que tus (a)brazos
son el abrigo perfecto para cualquier tormenta
Que tus labios,
aunque la perdición,
son la guía que me hace salir a flote.
Y que solo con oír tu nombre me entran ganas de sonreír.

miércoles, 14 de enero de 2015

Vuelvo a enfrentarme a un folio en blanco que se empeña en desgarrarme, en destriparme, en sacar todo lo que tengo dentro. Sea bueno o malo, me guste o no, siempre vuelve a mí y hasta que no me rompo no deja de insistir. Y estoy sola una vez más (como tantas otras, como siempre). Escogiendo cada palabra y cada frase al milímetro para impedir que el muro caiga de nuevo.
Pero es inevitable. Siempre acaba cayendo. Una vez más, el muro de piedra se convierte en cristal. En un cristal tan frágil que se rompe con palabras.
Porque aunque parezca que no, hay palabras que cortan más que cualquier cuchilla. Lo habré dicho una y mil veces, sí. Las cicatrices que más tiempo duran están provocadas por palabras, no por cuchillas. Son las que se clavan tan hondo que te desangras. Las que provocan el insomnio, las dudas, el miedo (al qué dirán y a lo que tu propia mente dirá), la ansiedad y las ganas de llorar.
Y ahí sigue, un papel en blanco, impasible. Esperando a que te rompas sobre él, a que las lágrimas no sean lágrimas. Sino tinta; la pólvora que carga cada palabra.

"Yo podría prometerte el mundo, tú prométeme una madrugada."

Hay sonrisas que hacen que olvide el mundo por un segundo. La tuya. Hay hoyuelos en los que me gustaría hundirme para siempre. Los tuyos. Labios que sin decir nada, lo dicen todo. Miradas perdidas que se cruzan con la mía, y una tímida curva que aparece en tu comisura izquierda y se pierde cuando te escondes y mis ojos buscan tus ojos.
Hay días malos y días peores, pero siempre son buenos cuando estás cerca.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Te levantas un día cualquiera, en una cama que te resulta extraña, aunque sea en la que siempre has dormido. Hay algo diferente. Echas de menos que te despierte el olor a café recién hecho, oír a alguien haciendo tanto ruido en la cocina que parece que han entrado a robar. Echas de menos despertar y que nadie haya tirado de las mantas hasta dejarte totalmente indefensa. Que toda la ropa esté tirada por el suelo y que su camisa espere ansiosa sobre la silla a que te sumerjas en ella y te acerques los puños a la cara para oler la colonia que le regalaste las primeras navidades que pasasteis juntos. Echas de menos sentir una sonrisa asomando inconscientemente por la comisura de tus labios, e incluso el miedo que sientes cuando no le encuentras abrazándote, antes de darte cuenta de que está apoyado en la ventana fumándose tus cigarrillos. Y por qué no, echas de menos cuando ponía los pies en la mesa y dejaba la casa entera echa un desastre. Le echas de menos a él, aunque no quieras admitirlo. Te das cuenta de cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo. De cómo las estanterías se han ido vaciando de sus libros y sus discos, de cómo la camisa sobre la silla ha sido sustituida por polvo. Y te arrepientes de haberle dejado ir sin más, limitándote a mirar cómo salía por la puerta y no hacer nada.