jueves, 27 de septiembre de 2012

Grietas, ojeras. Dolor.

Las cuerdas que te sujetan se rompen. Te caes y. Otra grieta más para la colección. La verdad, tienes ya tantas, que una más no te hace tanto daño (o eso quieres hacerte creer). Pero son demasiadas. Y ya no puedes más, estás harta de todo y todos. De que te juzguen sin saber por lo que estás pasando, de que te arañen la espalda y no puedas hacer más que derrumbarte. Ay. Si supieran...Ya es demasiado, aunque tú sigues como si nada. Con tu falsa sonrisa y tu falsa esperanza de que todo esto, pueda acabar algún día. De que el dolor te abandone, o, al menos, se haga más leve.
Mientras tanto, tus días seguirán siendo grises. Tu rutina será también tu ruina. Seguirás acumulando grietas y noches de insomnio.

'

Si te duele, es todo por su culpa. Por juzgarte en susurros, mientras ríen y te dedican miradas de desprecio.
Por obligarte a odiar cada mañana esa imagen que aparece en el espejo, con ojeras marcadas y lágrimas cayendo.

martes, 25 de septiembre de 2012

Le llaman Diciembre por su fría mirada.

Pero ellos no saben nada. No saben que ese nombre significa más que una mirada y actitud frías. No saben que tiene el alma y el corazón congelados, a punto de romper. Que todos sus días son grises y le gusta la lluvia porque es lo único que los llena. No saben que lleva tiempo sin poder salir de ese puto invierno. O ese infierno. No puede librarse de ese frío que le quema y le mata por dentro. Que ese desorden suyo tiene por qués. Ni que sus cortantes palabras son así porque le clavaron mil puñales en forma de versos incompletos.
No. No tienen la más mínima idea de nada.

lunes, 24 de septiembre de 2012

In(v/f)ierno.


"—¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
—¿Color rojo? querrá decir negro.
—No, se puede tener un día negro porque uno se engorda o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué."
Así son la mayoría de mis días. Rojos. En los que de un momento a otro el miedo llega y se apodera de todo. Te reduce a pedazos, a polvo. Y está presente durante todo el día. Pero no te creas que es sólo miedo. Viene siempre acompañado del dolor, que te rompe. Te destruye, arrasa con todo. Desordena aún más tu caos. Mientras que tú no puedes hacer nada. Sólo puedes quedarte quieta, con cuidado para que las grietas no se hagan más grandes. Aunque no sirve de mucho, cada vez que el segundero del reloj avanza, te sale una nueva grieta. Te rompes más de lo que ya estabas. Lo único de lo que tienes ganas es de gritar, de golpear las cosas. Pero ni para eso tienes fuerzas, sólo salen lágrimas de tus ojos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

...

Miras al espejo y ves lo de siempre. A una completa desconocida.
Antes te tenías algo de aprecio. Ahora, en cambio, estás rota. Estás rota por su culpa. No te conocían, pero te convirtieron en esa cosa que ahora desprecias tanto. Tú te conocías, sabías quién eras, lo que querías. Ahora ya no. No te conocen ellos, pero tampoco tú. 
Has cambiado y...
                                                                     Ahora más que nunca, te odias.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Para. Mátame más deprisa, para que no duela tanto.

Aquella chica de la mirada perdida que consiguió romperte. Y ahora, tú la rompes a ella.
Venganza. Es lo único que quieres, y hasta que no sacies la sed que provoca no vas a descansar. Pero mírate, mírala. ¿Ves lo que estás haciendo? La estás matando.

'''

Miénteme más despacio. Me estoy rompiendo. No. Tú me estás rompiendo.
Lágrimas que antes eran sonrisas. El rimmel corrido. No tengo ganas de nada. Los tacones que me suben hasta el cielo. Autoestima bajo tierra. Sonrisas al revés. Mientras ahogo las penas con alcohol.
Tu compañía. Placentera y dolorosa a la vez. Prefiero la soledad.
Sólo quiero desaparecer y... Nada.

(...)

Para mí el invierno empezó hace tiempo. Desde que soy presa de tus caricias y el dolor que conllevan. No sé si es invierno o infierno. Estoy entre rejas. Custodiada por el dolor y la tristeza. Y mi peor enemigo eres tú. O yo. Ni eso tengo claro.
Te llevaste mis ganas de todo. Menos de ti. No consigo que desaparezcas. Estoy perdida y. Mi sonrisa... Nunca tuve una.

.,

No le provoques este dolor a ella también. Yo... Conmigo fue suficiente. Me has inyectado penas en vena y... Sigo en proceso de desintoxicación.

"Mis ventanas están rotas. Pero yo todavía estoy de pie."

Escribo con lágrimas cayendo sobre mis ojeras. Acercándome a pasos agigantados al final de un precipicio. Un precipicio del que si caes no podrás volver a levantarte. Es demasiado profundo, demasiado oscuro. Pero no puedes dejar de acercarte. Hay algo que te obliga a seguir. Una pistola que te apunta, y tus pensamientos te susurran que caigas, que te lances. Pero, espera... tú eres fuerte. Puedes hacer frente. Quieres. Sólo te hace falta valor.

lunes, 17 de septiembre de 2012

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Con los ojos acuosos y las ojeras marcadas, se dirigía al precipicio dispuesta a acabar con todo. A caer. A hundirse para siempre. Ya no tenía que seguir adelante, o al menos eso creía ella. Desde que aquel hombre la enamoró y se fue... No le encontraba sentido alguno a su monótona vida.
Se acercaba al precipicio a la par que las horas, minutos y segundos pasaban rápido. Aunque para ella era una espera eterna. A cada paso que daba estaba más convencida de que estaba dispuesta a dejar todo atrás. La familia, amigos, todas y cada una de las cosas que le importaban.
Y el precipicio estaba ya más cerca. Estaba a un paso de acabar con todo, y lo hizo.
Despertó, y lo primero que se le pasó por la cabeza fue que no había servido de nada, que seguía con vida. Se levantó, y vio su cuerpo tendido en el suelo cubierto de sangre. Un montón de gente alrededor. Entre ellos su familia, destrozada por el dolor, con los ojos llenos de lágrimas.
Se dijo a sí misma que era estúpida. Que en realidad sí le importaba a alguien. Que tenía que haber pensado en las consecuencias y en que su vida seguía teniendo sentido aunque un tío que conocía de una noche no quería saber nada de ella. -Tonta.-susurró. El amor le había cegado. Pero ahora nadie podía oírla, no podía pedir perdón. Ya era tarde. ¿De qué serviría?

viernes, 14 de septiembre de 2012

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Ponte en mi lugar. Vive en tu propia piel estar ahogado por la tristeza. Quédate en casa emborrachándote con problemas y no con alcohol. Derrúmbate por el dolor que tú mismo me produces. Piérdete, búscate. Verás cómo no te encuentras. Estarás vacío. Y entonces. Sólo en ese momento. Me comprenderás.
Cuando el silencio y la soledad te atrapen.
Volverás entre lágrimas y sollozos. Roto. Y nadie será capaz de ayudarte. Ni siquiera tú mismo.
No puedo más.-Dijo, con una pistola en sus manos. Dispuesta a acabar con todo. Quebrándose.
Y vuelve a gritar pero nadie la oye. Tampoco lo quiere. Era su culpa. Por ellos estaba así.
Ya no hay miedo. Ni dolor. Ni vacío. Ya no le queda nada por lo que seguir aquí.
Tus hombros al descubierto y mis labios. Mojados por las lágrimas mientras te besan.
Ella se quiebra mientras las manos de un hombre cualquiera le acarician la espalda. No. La desgarran. Y más caricias. Otra noche perdida entre las sábanas de un desconocido. Otra vez la Luna es testigo de cómo se rompe.
 Se pierde en su pecho y le roba el alma con sus armas de seducción. Las lágrimas brotan y... Se termina de quebrar. Para siempre.

martes, 11 de septiembre de 2012

Ya llevo demasiado tiempo interna en días grises. Como el de hoy. Estoy cansada de sonreír a la gente y cuando estoy sola no poder dejar de llorar. De no tener ganas de nada, de encontrarme vacía y romperme una y otra vez. De todos estos líos de cabeza que me provocas y me provoco yo sola. De sentirme sola y llena de rabia. De la puta impotencia.
Sólo tengo ganas de acabar con todo. Así que.
Dispara y... Y vete.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Como un café frío por la mañana.



Un folio en blanco y un alma rota. Lágrimas. Sonrisas del revés.
Algo de música lenta. Y más lágrimas. Estaba sola y no dejaba de repetírselo una y otra vez. Eso sólo empeoraba las cosas, claro. Estaba llena de rabia y lo único que hacía era dar puñetazos a la pared y gritar. Eso tampoco mejoraba la situación. Pero sentía una impotencia que mezclada con rabia se convertían en un cóctel explosivo. No quería seguir así, ni aquí. Lo único que se la pasaba por la cabeza a parte de esos sentimientos era dolor. Dolor y. Autodestrucción.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Se intentaba convencer a sí misma de que había algo. Pero seguía sin encontrar ese 'algo' que la hiciera sentirse viva.

domingo, 2 de septiembre de 2012

-Lo siento, pero no eres mi tipo.
-Ah, ¿no? Bueno, vaya, pues... adiós.
-Eh, espera. ¿Quién ha dicho que no te quiera? ¿Que me voy a ir? No eres mi tipo, ¿y qué? Me da igual. En realidad, ¿quién es mi tipo? No lo sé, y tampoco quiero, porque yo te quiero a ti. Eres la única persona capaz de hacerme feliz día tras día y no pienso dejarte escapar.

El diablo se escondía bajo aquella cara inocente; tras la barra del bar.

Estaba sentada en la barra del bar, con una copa entre sus manos. Observando las botellas. Algo la llamó la atención, una botella vieja, de algo que jamás había visto.
-Póngame una copa de eso. 
El hombre de detrás de la barra la hizo caso y se le puso una media sonrisa. Se acercó al estante y cogió esa botella. Una vieja etiqueta llena de polvo decía algo que no se leía bien. El hombre apartó el polvo y leyó en voz alta: -Elixir de la felicidad. Bebe una copa y olvida todo lo que quieras olvidar. 
Sirvió la copa a la mujer, pero no le advirtió de lo que era. Ella bebió una copa tras otra, pero seguía sin sentirse satisfecha. No la emborrachaba, ni la producía sensación alguna. Hasta que la botella se acabó. Una sonrisa en la boca de la mujer apareció de repente. La primera sonrisa en meses.
Desde entonces, la mujer visitaba el bar cada noche. Pero ya no la hacía el mismo efecto. Cada vez se sentía más vacía. Perdida. No se acordaba por qué iba allí cada noche. No sabía quién era con certeza. Ni qué la pasaba. No sentía absolutamente nada. Ni rabia, ni asco, ni felicidad, tristeza o enfado. Nada.
Se cansó de todo aquello y... Decidió acabar con ese martirio. Volvió al bar, y una pistola la esperaba justo en el lado de la barra donde ella se sentaba cada noche. No había nadie, ni siquiera aquel hombre extraño tras la barra. Cogió la pistola; dos balas. Una para ella y la otra. Para la botella. Pero no lo pensó. ¡PUM! Se escuchó un tiro. Se había disparado directa al corazón.
La poca luz que entraba por entre la persiana la hizo revolverse entre las sábanas. La noche anterior había salido de fiesta y hoy, la resaca la acompañaba.
Se levantó cuidadosamente, bebió algo de agua y se miró al espejo. -¿Quién eres tú?-Pensó. Una completa desconocida frente al espejo. El maquillaje corrido y una lágrima. Descalza, en contacto con el frío suelo. Algo agradable, la verdad. Le hacía sentir viva.
Se dijo para sí que no podía seguir así. Se puso de nuevo los tacones y ese vestido negro que había tirado a los pies de la cama. Se limpió las lágrimas y el maquillaje corrido y dijo: -Puede que no me coma el mundo. Pero, si no lo intento, sólo voy a estar tirada arrepintiéndome de respirar. Si no me le como, me le voy a beber. Cualquier cosa. No voy a seguir así. No hoy. No mañana. Ni nunca.
Entró a la habitación, y, así estaba. La habitación con todo tirado y los cajones revueltos. Y encima de la cama, un papel arrugado.
Le entró miedo. Pánico. Pero aun así, se acercó, se sentó en la cama y comenzó a leer las líneas manuscritas con letras delicadas y una caligrafía preciosa.
El miedo crecía a la par que leía cada línea. No se lo creía. No creyó nada hasta que no llegó al final, en el que, con letra cursiva por los nervios (o eso creía) y algo emborronada por alguna lágrima, estaba escrita la palabra que más temía: Adiós. Y tras ella una silueta de unos labios rojos. Una marca de un beso.
Lo único que le quedaba de ella. Se había ido, para siempre.