viernes, 20 de diciembre de 2013

Te levantas un día cualquiera, en una cama que te resulta extraña, aunque sea en la que siempre has dormido. Hay algo diferente. Echas de menos que te despierte el olor a café recién hecho, oír a alguien haciendo tanto ruido en la cocina que parece que han entrado a robar. Echas de menos despertar y que nadie haya tirado de las mantas hasta dejarte totalmente indefensa. Que toda la ropa esté tirada por el suelo y que su camisa espere ansiosa sobre la silla a que te sumerjas en ella y te acerques los puños a la cara para oler la colonia que le regalaste las primeras navidades que pasasteis juntos. Echas de menos sentir una sonrisa asomando inconscientemente por la comisura de tus labios, e incluso el miedo que sientes cuando no le encuentras abrazándote, antes de darte cuenta de que está apoyado en la ventana fumándose tus cigarrillos. Y por qué no, echas de menos cuando ponía los pies en la mesa y dejaba la casa entera echa un desastre. Le echas de menos a él, aunque no quieras admitirlo. Te das cuenta de cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo. De cómo las estanterías se han ido vaciando de sus libros y sus discos, de cómo la camisa sobre la silla ha sido sustituida por polvo. Y te arrepientes de haberle dejado ir sin más, limitándote a mirar cómo salía por la puerta y no hacer nada.

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¿Conoces esa sensación de que algo te falta? Que echas de menos a alguien, que nadie consigue llenar el vacío que dejó cuando se fue. La sensación de no ver nada de la misma forma, de no sentir más que miedo a que te haga daño cualquier otra persona que no sea él, alguien que no sepa curarte las heridas que te hace.
Es algo raro, ¿no crees? Pensar en alguien de la misma forma -o más bien quererle de la misma forma- la primera vez que le ves, cuando te enamoras de ese alguien y cuando se supone que debes odiarle.

viernes, 18 de octubre de 2013

El uno sin el otro eran una frase a medias. Un quiero y no puedo. Como quedarse con la miel en los labios.
Un grito desesperado que nadie oye. Una canción sin estribillo.
Un poeta sin musa.
Eran una hoja partida por la mitad. Un muro a medio construir.
O medio derruido.
Eran como llover sin que haya nubes. No podían existir.

domingo, 8 de septiembre de 2013

You have to fight.

El dolor llega sin avisar. Te coge por la espalda y te apunta directo al corazón, amenazando con acabar contigo de un momento a otro. Se mete dentro de ti, se clava en lo más hondo y se aferra con uñas y dientes. Y su única meta es acabar contigo, hundirte y hacer que no salgas a flote nunca más.
Pero tú eres fuerte, y lo sabes. Tienes que hacer que ese dolor se vaya, y puedes hacerlo. Sólo tienes que aferrarte a la parte de ti que sigue intacta, llena. Tienes que agarrarte a ella y pase lo que pase no soltarla nunca, impulsarte hacia arriba.
No puedes rendirte, o el dolor volverá a arrastrarte. Y entonces no podrás volver a salir de ese pozo. Tu única opción eres tú mismo. Eres la única persona que puede salvarte, y a la vez, la única persona que realmente puede hundirte.

jueves, 15 de agosto de 2013

Detalles.

Te encantaba mirarme mientras dormía, y hasta te sabías de memoria mis piernas y cada uno de los besos que dejaste sobre mi espalda. Nunca dejabas que me fuera sin antes agarrarme de la cintura y cogerme haciéndome volar, y todas las mañanas me esperabas en el mismo banco de la estación con un café y mi libro favorito. Nunca lo leíste, pero te sabías de memoria todas mis frases favoritas porque te encantaba escucharme recitarte uno a uno todos los poemas.

Éramos dos, pero nos sentíamos como una sola persona.

Tenía algo en su mirada que contradecía cada palabra que decía y cada sonrisa que se dibujaba en sus labios. Tristeza. Era como odiar algo con todas sus fuerzas pero no tener la fuerza suficiente como para acabar con ello. Para olvidarlo.
Era como si cuando estuvieran juntos el dolor pasara a un segundo plano, como si dejara de importar, aunque fueran ellos los únicos causantes. Estaban enamorados. Y eso les consumía desde dentro.
Pero a la única conclusión que llegaron de aquella larga y dolorosa historia, fue que nunca antes habían sido tan felices estando tan tristes.

Era como si se mataran y se devolvieran la vida. Una y otra vez.

domingo, 14 de julio de 2013

Pain.

¿Nunca has sentido cómo todo tu mundo se caía a pedazos? Cómo a cada latido que daba tu corazón tu vacío se iba haciendo un poco más grande, un poco más oscuro. Cómo cada vez que suspirabas te rompías un poco más, cómo cada lágrima era otra puñalada que te mataba.
Cómo todo dejaba de importar de un segundo a otro, porque ya no eras tú. Simplemente dejabas de ser.
¿No sentiste nunca que te faltaba el aire? ¿Nunca sentiste que el miedo te inundaba hasta el punto de asfixiarte? Que el dolor estaba presente en todo momento aunque pusieras todo tu empeño en olvidarlo. Que se abrían más y más grietas con todos los pasos que te alejaban de ti mismo para que cayeras en ese pozo tan oscuro y tan profundo.
Mírame a los ojos, dime que no has sentido nada de esto. Que nunca sentiste el dolor que yo sigo sintiendo cada minuto que pasa.

miércoles, 26 de junio de 2013

Amor.

Fue al bajar de aquel avión. Tú llevabas una camiseta ancha de tu grupo de rock favorito y el pelo recogido en un moño medio deshecho. Tenías ojos de haber estado horas llorando y apenas te quedaban unas marcas del maquillaje corrido en tus mejillas.
Con toda esa gente corriendo de un lado para otro yo estaba solo y tú también. Y entonces, nuestros ojos se encontraron y el tiempo se paró. Mi corazón se saltó dos latidos y de pronto dejaste de llorar para sonrojarte y sonreírme.
Fue entonces, amor, justo en ese momento, cuando supe que pasaría hasta la última milésima de segundo de mi vida luchando para estar contigo.

(...)

Ya no me atrevo a romper ventanas porque no estás.
Si lo pensamos, nunca has estado. Pero yo tampoco.
Y ahora la soledad duele tanto que ya ni lo siento. No quiero que vuelvas.
Quiero que me hagas volver. No sé si a sentir algo o a volver a ser.
Porque nunca he sido. (...)
¿Sabes lo que es que te duela tanto que te acabe gustando? Yo sí.
Por eso me acuerdo de ti y reabro heridas hurgando en los recuerdos. Pero ya ni eso me hace sentir.
Nunca entendí eso de estar muerto y vivo a la vez. Pero tú te empeñaste en enseñármelo y.

miércoles, 19 de junio de 2013

Ven.

Hoy me acordé de ti con tan poca ropa y todos nuestros sueños tirados por los suelos mientras mirabas cómo fingía ser feliz cuando estaba contigo.
Y qué bien me mentías.
Y qué bien te mentía yo.
Y qué asquerosamente felices éramos sin saber nada el uno del otro pero compartiendo cama y desabrochando las dudas con la mirada para contarnos las constelaciones de lunares y las cicatrices y los poemas y los besos que muchos otros habían dejado sobre nuestra piel.
Nunca me doliste del todo pero siempre te colabas en mis cicatrices. Y yo que no te dolía ni aunque quisiera destrozarte.
Pero es que esos ojitos marrones engatusaban a cualquiera y me arrastraban dentro de las sábanas una vez más.
Todavía tengo más de ti que de mí en el corazón y menos mal que siempre te he odiado. Y los recuerdos no me duelen pero me han dejado vacía.
Creo que lo que me falta de mí lo sigues teniendo tú. Ven.

Contradicciones.

Aún no sé si estoy más dispuesta a perderte o a perderme.
Nadie me cree cuando digo que ya te he olvidado y no tienen razón pero te sigo queriendo.
No lo entienden. No nos entienden.
Dime que también has olvidado mi nombre y todos nuestros recuerdos pero que me sigues sintiendo cuando no estoy y echándome de menos cuando más cerca me tienes.
Que las palabras y los poemas ya no nos los dedicamos ni nos decimos hola o adiós cuando nos vemos porque ni siquiera nos conocemos. Nunca hemos sido nosotros.
Pero el vacío siempre está ahí y no me acuerdo por qué, ni de por qué tú.
Tengo cicatrices que llevan un nombre emborronado y a veces pienso que no eres tú, pero se me pasa en cuanto me siento un poco sola y lo veo más claro.
Nos bebimos demasiadas botellas que hicieron demasiado efecto. Que ya ni la Luna se acuerda de que antes de ser nadie eras todo.

Miedo.

El aire gélido entraba por la ventana de su habitación penetrando en los huesos.
Una sensación de miedo y ansiedad crecía poco a poco en el interior de su pecho. Sentía un vacío y una presión que dolían.
La soledad se abría paso a zancadas en medio de toda esa oscuridad, sumiéndole más en ese pozo sin fondo al que tanto miedo tenía.
El corazón aceleraba sus latidos y con ellos la respiración se le entrecortaba cuando sentía que estaba más cerca de acabar con todo o de que todo acabase con ella, y las lágrimas salían atropelladas de su mirada perdida.
Una voz en su interior le susurraba "no lo hagas", pero siempre había una más fuerte gritándole una y otra vez que lo hiciera sin pensarlo dos veces. "Das asco".
Se puso de pie y el dolor le estremeció, recorriéndole de los pies a la cabeza. Subió las viejas escaleras que tan descuidadas estaban camino al tejado y con las vistas de un día nublado y triste decidió desaparecer para siempre antes de que el miedo acabara con ella.

domingo, 9 de junio de 2013

La lluvia chocaba contra la ventana de aquel tren, y los recuerdos caían. Venían y se iban, al igual que lo hacían lo rayos.
Su musa escribía en un cuaderno, o, mejor dicho, escupía los recuerdos de su historia al papel. '¡Basta ya, me duele hasta a mí!' parecía gritar aquel viejo cuaderno, y las lágrimas que caían de sus enormes ojos emborronaban los recuerdos tan dolorosos. Pero la mujer no era capaz de soltar el lápiz.
La nostalgia parecía tener ganas de ahogarla.
Y mientras tanto te engañabas a ti mismo repitiendo en tu cabeza que no te importaba con una botella medio vacía y el corazón vacío del todo.

miércoles, 15 de mayo de 2013


Es que tengo tantos miedos que ya no me acuerdo de lo que sentí la última vez que te fuiste. Ni de lo que sentí cuando te vi por primera vez, o cuando conseguí que las putas mariposas dejaran de volar.
Tampoco me acuerdo de lo que sentí cuando me definiste como una pequeña posibilidad entre miles y la peor opción, pero lo arreglaste diciendo que aun así me querías.
Y no sé, me olvido de todo lo que he sentido, menos del dolor. Y no soy capaz de olvidarte a  ti, a tus manías y el daño que me hiciste.

Te encantaba verme fingir
que era feliz
porque no sabías que fingía.

Últimamente me da miedo volar sola por si me enamoro de algún pájaro que no volveré a ver nunca. Lo mismo me pasa con los trenes y las estaciones, y toda la nostalgia que hay en ellos. Porque la nostalgia nunca nos apuñaló por la espalda, pero no sé por qué, ambos la odiamos. Quizá porque nos conocimos con un cruce de miradas furtivas en medio de una estación llena de gente y que apestaba a nostalgia. O porque simplemente pensar en lo que fuimos nos produce nostalgia. No sé, tengo esa pregunta retumbando en mi cabeza desde la noche que me dejaste sola en la calle mientras caía una tormenta muy bonita para comernos a besos. Y nunca nos volvimos a ver, y nos odiamos, odiamos lo que pasó y odiamos la nostalgia. Tal vez sea eso.

Pero, ¿no fue bonito? Hasta que decidiste matarme, digo. Porque yo te quería, y tú... bueno, nunca supe lo que tú sentías (o intentabas sentir).

Quizás ella ya no te espere cuando quieras volver.


Acuérdate de cuando paseabas los dedos por sus lunares como si estuvieras tocando tu canción favorita al piano un día de lluvia.
Acuérdate de sus lágrimas cuando te fuiste dando un portazo y la dijiste que no la querías volver a ver. Y de cómo te arrepentiste.
Recuerda cada segundo que estuviste solo, pensando en ella, aprendiendo a echar de menos.
Acuérdate de cómo llegaste a su puerta empapado y ella te dijo que te odiaba pero que te quería. Que estaba hecha un lío, pero te dejó pasar y te colaste en su cama. Y te fuiste otra vez, partiéndola en dos.
Que decías morirte por dentro cada vez que no la veías, cuando no te despertabas a su lado. Pero nunca pensabas en cómo se sentiría ella.
Que la empujaste al puto abismo y te arrepentiste cuando te diste cuenta de que no la volverías a ver.
Y después de todo, piensas en volver y que te abra la puerta. Que finja que todos estos meses no ha pasado nada, que os habéis dado un tiempo y no podéis vivir el uno sin el otro. Pero fuiste un gilipollas, y ya no hay nadie detrás de esa puerta que cerraste tantas veces.

martes, 30 de abril de 2013

Ella.

Tenía como costumbre olvidarse de todas sus musas, pero ella.
Ella era diferente. Esa forma de sonreír cuando alguien la miraba durante mucho tiempo, y se sonrojaba. Esa melena que ondeaba al viento haciendo que todo el mundo se girase al oler su perfume. El brillo de sus ojos verdes característico de cuando estaba a punto de romper a llorar. O el de cuando estaba feliz.
Los remolinos de miradas lujuriosas que provocaba al andar por la concurrida calle sobre sus tacones. La forma de mirarse al espejo mientras se pintaba los labios de rojo pasión y cuando lanzaba besos al aire.
La forma de sus caderas y sus largas y bonitas piernas, únicas.
Su manía de firmar las cartas con su primera inicial y de cerrar el sobre dejando la marca de sus labios.
Lo de tener tirados por la habitación mil libros de poesía y un cenicero lleno de colillas en la mesa. La manía tan suya de levantarse muy pronto de la cama para preparar café para desayunar y desayunarse a besos al hombre que amaba.
No, ella no era como las demás. No era alguien fácil de olvidar.
Y eso le estaba matando.

Como siempre.

Como siempre, llegaba tarde a la estación.
Como siempre, le veía alejarse tras la ventana
con un libro abierto entre sus manos.
Pero ya no podía hacer nada,
había vuelto a llegar tarde.

Y como siempre
cogió el siguiente tren
el que la llevaba por otro camino.

Y no se vieron nunca de cerca, pero se enamoraron.

miércoles, 17 de abril de 2013

Abrió los ojos para darse cuenta de que estaba sola, otra vez. Ella se levantó de la cama y salió de la habitación para hacer lo mismo que hacía cada domingo; Café, papel, cuaderno y otra vez a la cama. Pero esta vez era diferente, la noche anterior había sido feliz, tras mucho tiempo sin serlo.

sábado, 30 de marzo de 2013

Hoy la tristeza se viste de lluvia y nos invita a pisarnos los pies. Y nosotros sin saber qué hacer, nos limitamos a un par de sonrisas fingidas y miradas que no dicen nada. Y mientras tanto, los silencios incómodos decían todo lo que nosotros nunca hubiéramos sido capaces de decir.

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Acuérdate de cuando soñabas despierta.

Y odiabas el mundo
porque no te dejaba volar.

De los mil suspiros
             (por segundo)
y de las ganas de morir
al verle acercarse por fin
y al darte cuenta de que
estabas soñando.

Pero sigue siendo el amor de tu vida.

Y aparece una sonrisa
entre la gente
y en la siguiente parada se baja
y no le vuelves a ver nunca.
 Pero sabes que es el amor de tu vida.

Pero luego
estás ahí,
en el borde de un abismo
y vuelves a ver esa sonrisa
y crees que va a salvarte
cuando se acerca.
                                   
      Y entonces te empuja.
Pero sigue siendo el amor de tu vida.

domingo, 24 de marzo de 2013

Las ventajas de ser un marginado.


Una vez en una hoja amarilla de papel con rayas verdes

escribió un poema
Y lo llamó “Chops”
porque así se llamaba su perro
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un Sobresaliente
y una estrella dorada
Y su madre lo colgó en la puerta de la cocina
y se lo leyó a sus tías
Ese fue el año en el que el Padre Tracy
llevó a todos los niños al zoo
Y les dejó ´cantar en el autobús
Y su hermana pequeña nació
con las uñas de los pies diminutas y sin pelo
Y su madre y su padre se basaban mucho
Y la niña de la vuelta de la esquina le envió una
tarjeta de San Valentín firmada con una fila de X
y él tuvo que preguntarle a su padre qué significaban las X
Y su padre siempre le arropaba en la cama por la noche
Y siempre estaba ahí para hacerlo

Una vez en una hoja blanca de papel con rayas azules
escribió un poema
Y lo llamó “Otoño”
porque así se llamaba la estación
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un Sobresaliente
y le pidió que escribiera con más claridad
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque estaba recién pintada
Y los niños le dijeron 
que el Padre Tracy fumaba puros
Y dejaba colillas en los bancos de la iglesia
Y a veces las quemaduras hacían agujeros
Ese fue el año en que a su hermana le pusieron gafas
con cristales gruesos y montura negra
Y la niña de la vuelta de la esquina se rió
cuando él le pidió que fuera a ver a Papá Noel
Y los niños le dijeron por qué
su madre y su padre se besaban mucho
Y su padre nunca le arropaba en la cama por la noche
Y su padre se enfadó
cuando se lo pidió llorando

Una vez en un papel arrancado de su cuaderno
escribió un poema
Y lo llamó “Inocencia: una duda”
porque esa duda tenía sobre su chica
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un Sobresaliente
y lo miró fijamente de forma extraña
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque él nunca se lo enseñó
Ese fue el año en el que murió el Padre Tracy
Y olvidó cómo
era el final del credo
Y sorprendió a su hermana
fajando con uno en el porche trasero
Y su madre y su padre nunca se besaban
ni siquiera se hablaban
Y la chica de la vuelta de la esquina
llevaba demasiado maquillaje
Que le hacía toser cuando la besaba
pero la besaba de todas formas
porque tenía que hacerlo
Y a las tres de la madrugada se metió él mismo en la cama
mientras su padre roncaba profundamente

Por eso en el dorso de una bolsa de papel marrón
intentó escribir otro poema
Y lo llamó “Absolutamente nada”
porque de eso tratabo todo en realidad
Y se dio a sí mismo un Sobresaliente
y un corte en cada una de sus malditas muñecas
Y lo colgó en la puerta del baño
porque esta vez no creyó
que pudiera llegar a la cocina.
                                                                      (Nota de suicidio de Michael, Las ventajas de ser un Marginado).

sábado, 16 de marzo de 2013

Y aquí estamos, intentando encontrarle sentido a todo esto. Intentando encontrarnos, o perdernos. No sé. Buscando la felicidad en cosas materiales o en hechos que sabes que no van a pasar nunca. Muriendo en cada esquina y con cada suspiro, destruyendo todo a nuestro paso. A nosotros mismos. Escribiendo cosas sin sentido en un papel que va a acabar roto o arrugado en una basura. Dedicando canciones a personas que no van a escucharlas, que ni siquiera se acuerdan de tu nombre. Soñando despiertos y pensando en la vida como una tortura, como una pesadilla de la que algún día despertaremos. Pero no, esto es la vida real por mucho que no lo queramos creer. Y las mentiras piadosas acaban siendo siempre verdades que duelen. Queremos huir, ¿pero de qué? Si ni nuestros fantasmas nos quieren. Que nadie se va a acercar a la tristeza y mucho menos a enamorarse de ella. Hay que estar loco, y nosotros lo estábamos. Y míranos ahora, perdidos. Buscando respuestas que no tiene nadie, intentando entendernos o que nos entiendan.

miércoles, 13 de marzo de 2013

El viaje.


Ella sube al autobús en la misma parada, siempre a la misma hora, y una sonrisa mutua, que ya no recuerdo de cuándo procede, nos une en el viaje trivial, en la monotonía de nuestra costumbre. Se baja en la parada anterior a la mía y otra sonrisa furtiva marca la muda despedida hasta el día siguiente. Cuando algunas veces no coincidimos, soy un ser desgraciado que se interna en la rutina de la mañana como en un bosque oscuro. Entonces el día se desploma hecho pedazos y la noche es una larga y nerviosa vigilia hasta que vuelvo a verla.
                                                                                Luis Mateo Díez

lunes, 11 de marzo de 2013

(...)

Anoche la bailarina salió de su cajita de música para subir al último piso y asomarse a la cornisa. 
Y todos esperaban que volviese a tiempo como cada noche para bailar delante de aquel soldadito de plomo que tanto quería (lo que no sabían era que el soldadito nunca quiso bailar con ella, pero sí con cualquier otra que estuviera dispuesta a ir a su casa después).
Había dejado una larga carta en su tocador diciendo un montón de cosa que al final eran lo mismo.
Adiós.
Pero se puso a bailar en la azotea antes de asomarse a ningún sitio. Su último baile. Qué bien sonaba. 
'El último paso antes de ser libre', pensó. Pero tropezó. 
Y como había querido desde siempre, fue libre. Pudo volar por unos segundos y acabó con todo. Y murió por última vez, pero por lo menos iba a ser feliz.
Pero en el fondo estar muerto por dentro es bonito.
Ya no queda más espacio para cicatrices. Sólo hay tiempo para suspiros y recuerdos, y nadie puede decir que eso no es bonito. Las mariposas dejan de revolotear y el dolor ya no está presente todo el tiempo.
Todas las canciones hablan de ti y a la vez no hablan de nadie. Y medio mundo parece entenderte de pronto, aunque realmente nadie es capaz de adivinar lo que pueda pasar por tu cabeza.
Hay miradas que son agujeros negros. Y no puedes evitar caer.
Cuando te asomas duele, pero es un dolor diferente, agradable. Por eso terminas siempre cayendo y esperas que haya alguien abajo para recogerte.
Pero no hay nadie, ni siquiera tienes ayuda para levantarte, ni para curar las heridas superficiales. Nada. Y tienes que hacer todo lo posible por volver a subir sin ayuda, y vas creando un muro que te protege de futuras caídas.

sábado, 23 de febrero de 2013

...

Eras una bala perdida con ganas de llegar a algún corazón, y yo pasaba por ahí.
Y de repente desapareciste del poema, sin avisar. Y yo buscándote hasta en los márgenes, pero no aparecías.

Esa forma tan suya de ser ella.

Esa forma tan suya de romper los espejos y ni inmutarse.
De sonreír después de romperse los nudillos contra la pared y morir un poco más por dentro, de decirse una y otra vez que está bien, como si no pasara nada, a pesar de saber que es mentira. Esa forma tan suya de ser ella. O de no ser.
Intenté buscar una sola razón para cortarle las alas y que estuviera para siempre conmigo. Pero no encontré nada. Y ni siquiera pensé en buscar razones para no hacerlo, pero lo que me gustaba verle volar y sonreír y que fuera feliz libre, qué. Pudieron con todo. Y se fue como cualquier pájaro, sin seguir un rumbo fijo, donde  el viento le lleve.
Porque yo me enamoré del que volaba libre, no del que estaba atado con cadenas y en una jaula con barrotes electrificados.
Hoy la tristeza se viste de lluvia y nos invita a pisarnos los pies.
Y nosotros como siempre, como tontos. Nos limitamos a un par de miradas y medias sonrisas que no dicen nada. Y silencios incómodos que dicen más de lo que deberían.

sábado, 16 de febrero de 2013

y al final siempre llega el final.

Ella era la típica soñadora que buscaba un príncipe azul y él el cabrón más romántico de su ciudad. Él tenía el corazón a cachos y ella unos cuantos de repuesto.
Ella la musa de muchos y él un poeta frustrado hasta que la vio sonreír. Y ni ella era tan buena ni él tan hijo de puta. Pero el destino.
Ella se fue a por tabaco. Pero él sabía que nunca había fumado. Él esperó y esperó mientras ella. A saber dónde estaba ella. Ella no volvió a entrar por esa puerta, y él intentó olvidar con una botella que no hizo efecto.
Y ahora ella se abre de piernas todas las noches buscando sentir lo mismo. Y él es feliz entre café y libros, o algo así va contando mientras muere por volver a ver su sonrisa aunque fuera una vez.

domingo, 3 de febrero de 2013

Siempre fui más de tachar y escribir en los márgenes que de pasar página. Nunca supe lo que era ansiedad clavando sus uñas en el corazón hasta que nos perdimos por separado.
Siempre creí lo que la gente decía. Nostalgia no siempre fue triste.
Y confiaba hasta en mi sombra, que me clavaba el puñal en cuanto me daba media vuelta. Que por no hacer daño era yo siempre la que acababa mal, y que estar enamorado es muy bonito, pero duele lo suyo.
Que cuando por fin fui libre, me corté las alas porque quería estar contigo. Y míranos ahora.

lunes, 21 de enero de 2013

Qué lástima que algunas mentiras sean tan bonitas

Puestos a contar mentiras, por qué no decir que no te necesito. Que no me gusta contar tus lunares ni secar las gotas de lluvia de tus labios a besos. Que odio soñar contigo y echarte de menos. (Ojalá). Que el miedo y las dudas nunca vienen a visitarme con insomnio. Que no me gustaría volar y ser libre, que me encanta estar encerrada en una jaula con su propio invierno particular.

jueves, 17 de enero de 2013

(...)

Se encontraron un día cualquiera detrás de la barra de un bar intentando olvidarse el uno al otro. La nostalgia inundaba el bar y los recuerdos hacían de imán entre ellos.
Como dos locos enamorados que se echaban de menos, acabaron dando tumbos por las calles oscuras, entre besos y sonrisas. Hasta perderse en la cama de una habitación del primer hotel que encontraron en su camino. Y decidieron dejar de olvidarse, pero ya era demasiado tarde.
Ella despertó al sentir unos brazos cálidos rodeándola, y miró al desconocido que tenía al lado. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y su estómago se llenó de mariposas al ver sus ojos. Él sintió lo mismo, y dibujó una tonta sonrisa en sus labios.
Estaban hechos el uno para el otro, y en el fondo, lo sabían. Pero no se acordaban. Y cada uno se fue por su camino, pensando que nunca volverían a sentir lo que esa noche habían sentido. No iban a tocar el cielo otra vez con sólo mirarse a los ojos.
Tiempo después, ella despertó de madrugada pensando en él. Y él llevaba todo ese tiempo soñando con ella -o más bien recordando todo lo que había olvidado-, despierto y dormido.
Ella saltó de la cama y abrió la ventana. 'Le echo de menos', pensó. Se sirvió café y con su canción favorita de fondo iba recordando todo. Era su canción favorita porque él se la había dedicado, estaban enamorados desde hacía mucho tiempo y se habían olvidado. No lo podía creer. Todo lo que habían pasado, momentos buenos y malos, ahogado detrás de la barra de un bar, y pensó en cuando despertaron como desconocidos, lo que sintió.
'Tengo que encontrarla', se dijo él, entrando en el ascensor de su edificio. Y dos pisos más abajo, la puerta se abrió dejándola pasar.
-Tan cerca pero tan lejos-. Susurró ella, pensando en qué iba a decirle.
-Te he echado de menos todo este tiempo-. Soltó él.
Y ella secó las lágrimas que corrían por sus labios con un beso.

miércoles, 16 de enero de 2013

Ella era poesía, pero acabó siendo palabras sin sentido bailando en un papel cuando todo el mundo la dejó sola. Estaba dispuesta a saltar todos los precipicios que aparecían en su camino sin tropezar, pero una piedra (él) la hizo caer. Encontraba algo que llenaba su vacío un poco en el papel, compartiendo noches con el insomnio, el miedo y ese nudo que tenía en la garganta (pero no llenaba tanto como esa piedra que jodió todo al hacerla tropezar y destrozarla).
Y cansada de seguir cayendo, decidió saltar por sí misma al abismo, y con suerte no volver a tropezar.

jueves, 10 de enero de 2013

~

De madrugada sólo hay románticos y poetas tristes con sobredosis de café. También estoy yo, sin ganas de dormir, echando de menos por culpa de la nostalgia, que vuelve a amenazar con quedarse para siempre.
La lluvia de fondo y me entran ganas de llover a mí. El techo con sus grietas, recordándome que yo también las tengo aunque no se vean. Las pesadillas acechando, y los monstruos de debajo de mi cama sólo quieren escapar (no soportan tanto desastre). La voz de mi cabeza ya se ha callado, ahora es turno del miedo, que pasa por aquí avisando de que llega Soledad a hacerme compañía.
En medio de la oscuridad un grito. Y las sábanas empapadas. Puedo ser fuerte, te repites hasta tranquilizarte. Y al final, lo consigues.

martes, 8 de enero de 2013

Soy más de ti que de mí. De café que de dormir. También soy más de escribir de madrugada sinsentidos que se supone que debería leer alguien que nunca tendrá la más mínima idea de que existen. De echar de menos y no decir nada.

martes, 1 de enero de 2013

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Y Noviembre llovía mientras Nostalgia esperaba en la estación que Diciembre volviera. Pero Diciembre siempre se va. Y Nostalgia se vuelve a quedar sola, esperando un corazón triste que la acoja para sentirse un poco más llena.