jueves, 15 de noviembre de 2012

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Despertaba en un sitio desconocido para ella, pero no le importaba. Extrañamente, se sentía bien. ¿Feliz...? Puede que esa no fuera la palabra, pero es lo que pensó en ese preciso momento. No recordaba muy bien lo que había pasado la noche anterior, y tenía una resaca difícil de aplacar en cualquier circunstancia normal, aunque ahora no le importaba. Sólo recordaba que estaba totalmente deprimida y paró en el primer bar que encontró en medio de la carretera. Empezó a beber y se había despertado en esa habitación tan extraña para ella. Se levantó de la cama y vio que no tenía su vestido, sólo la ropa interior. Se puso en lo peor y la sonrisa se la borró de la cara, aunque no por mucho tiempo. Había algo sobre la mesita de noche, una nota; No tardaré mucho en volver. Espero que no hayas cambiado de opinión respecto a lo que dijiste anoche de que estabas enamorada de mí. Yo sí lo estoy. Ella empezó a recordar lo que había pasado, aunque la nota le sorprendió. Ella esperaba que él se hubiera ido, y temía que eso pasara. Se encontraron esa noche en el bar y él le ayudó a calmarse. Ella no podía quitarle los ojos de encima, y aun sin saber nada de él, confió. Pensó en todas las historias de amor a primera vista, pero lo descartó enseguida. Ya se conocían. Esto era algo mucho más fuerte, había recogido todos sus pedazos, daba igual cuantos fueran, y los puso cuidadosamente en su sitio sin dejar grietas. Ahora estaba segura, había encontrado la felicidad, aunque sólo fuera momentánea, y no la dejaría escapar.
Ella se estremeció y se revolvió entre las sábanas. Abrió los ojos y cuidadosamente examinó la habitación. Todo había sido un sueño y ella seguía rota. Al menos, no fue una pesadilla, pensó, pero sabía que al despertar se sumergía en una constante y de la que no podía escapar por mucho que quisiera. Se secó las lágrimas que caían por sus mejillas y volvió otra vez a su vida llena de dolor. Con la esperanza de que algún día, sucediera de verdad.

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