jueves, 16 de agosto de 2012

Café para dos.

Como cada mañana, sonaba el despertador y él despertaba solo en la cama, pero aun así, arropaba de nuevo al aire. Ella se había ido hace ya un tiempo. Él se levantaba y se dirigía a la misma cafetería de todos los días para desayunar. Al entrar, se acercaba a la barra y articulaba unas palabras. Las mismas de siempre: -Café para dos. Se sentó en la misma mesa de siempre, con dos sillas, una de ellas ahora vacía, y se dio cuenta de que aún seguía la misma rutina de cuando eran dos. Se levantaba en la cama y arropaba algo inexistente, pedía café para dos y se sentaba en la mesa que se sentaban habitualmente. La echaba de menos. Y no la podría recuperar. Por alguna tontería sin importancia, había perdido al amor de su vida. Echó a correr, aún podía hacer algo para recuperarla, y cuando la encontró, le susurró al oído: -Vuelve, por favor. Te echo de menos, y mi vida sin ti no tiene sentido alguno. Sigo haciendo lo mismo cada mañana, cada tarde, cada noche. Sigo pensando que mi corazón es tuyo, de nadie más, y que por una tontería no vale la pena que estemos separados. Vamos a tragarnos el orgullo una vez más y a ser felices. Te quiero. Te quiero y no me cansaría de repetírtelo, si hace falta te lo digo eternamente, pero por favor, vuelve. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario